Este trastorno se basa en una obsesión continua y persistente por conseguir el crecimiento de la masa muscular y, además, la persona que lo sufre persigue alcanzar la perfección de su cuerpo. Suele ir acompañado de una distorsión de la imagen corporal, así como de una alteración de los patrones alimenticios, a los que añaden complementos para el desarrollo de la musculatura.
De este modo, la persona con vigorexia persigue conseguir un cuerpo musculado sin tener en cuenta otra cosa y sin mirar el precio que eso conlleva, entrena diariamente en el gimnasio, consume complementos proteínicos o incluso hormonas del crecimiento, se priva de tener relaciones sociales o de hacer otras actividades que le proporcionan placer y lleva a cabo una dieta que se vuelve selectiva, priorizando el consumo de proteínas de forma continuada en detrimento de otros nutrientes.
Los factores precipitantes que provocan la aparición del cuadro son: la necesidad de aceptación social, el culto al cuerpo, el deseo de una imagen perfecta que encaje con los cánones sociales, así como aquellas características de personalidad y vulnerabilidad psicológica propias de cada individuo.
Causas de la vigorexia
Sociedad y medios de comunicación: Existe una tendencia en aumento, a asociar una imagen y un cuerpo determinado con el éxito, acompañado de los mensajes recibidos por los medios de comunicación en los que nos muestran a personas triunfadoras con un aspecto determinado.
La alimentación: Comer sano ha pasado de ser una rutina saludable para el organismo a convertirse en algo que “está de moda”. Cada vez nos fijamos más en las etiquetas de los alimentos que ingerimos, en muchas ocasiones sin disponer de toda la información. Comer sano se puede convertir en una obsesión, con consecuencias como privarse de ciertos nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del organismo.
Sobrepeso: Socialmente se rechaza el sobrepeso y habitualmente a la persona que lo padece, no intentando ayudarla y desconociendo los motivos del mismo, que en muchas ocasiones pueden ser provocados por el propio organismo. En lugar de eso se excluye a la persona, enviándole el mensaje de que para ser aceptado tiene que tener una imagen determinada.
Infancia: Recibir mensajes del tipo “nadie te va a querer porque estás gordo” “con ese aspecto no vas a triunfar en la vida”, etc. Transmiten al niño/niña un mensaje de no aceptación en el propio seno de su familia, a una persona vulnerable, en desarrollando física y mentalmente, que está aprendiendo y que seguramente interiorizará que no será aceptado por su apariencia. Igualmente ocurre con personas que hoy en día padecen vigorexia y en la etapa escolar fueron motivo de burlas, por motivos como tener un aspecto poco atlético o por pesar más que el resto de los niños, llegando en los casos más extremos a sufrir acoso escolar.
Baja autoestima: Cuando las percepciones, sentimientos, evaluaciones hacia uno mismo son negativas, y existe una no aceptación por sentir que no vale o que no es suficiente, la persona puede focalizar todas sus fuerzas en su aspecto físico, en la imagen que los demás valoran como ideal, para intentar sentirse mejor y aceptado por el resto, no valorando sus cualidades.
Síntomas de la vigorexia
Preocupación excesiva por la dieta: La comida se convierte en un ritual, pesarán los alimentos, contarán las calorías, distribuirán en las distintas comidas los nutrientes que creen que tienen que comer, eliminar de su dieta algunos y aumentarán el consumo de otros para así perder grasa y aumentar el tono muscular.
Comprobación constante: Se mirarán muchas veces en el espejo para comprobar si los resultados están siendo los deseados. Lo harán de manera minuciosa, revisando sus músculos, las zonas en las que puedan acumular materia grasa, buscando defectos, porque nunca será suficiente para ellos.
Restricciones en su vida diaria: Conseguir el ideal de imagen con el que sueñan, se convertirá en su único objetivo, privándose de momentos de ocio por entrenar el máximo tiempo posible.
Entrenamientos: Aumento de la intensidad y de la duración de los entrenamientos físicos.
Consecuencias de sufrir vigorexia
Desproporción corporal: El ejercicio excesivo ocasiona una relación desproporcionada entre el tamaño del cuerpo y el de la cabeza. Trastornos de la conducta alimentaria: Junto con la restricción calórica pueden desencadenarse trastornos como la anorexia y/o la bulimia.
Consumo de anabolizantes: Para alcanzar sus objetivos, pueden recurrir al consumo de drogas que ayuden al aumento de la masa muscular, provocando cambios y daños a nivel metabólico y consecuencias para el organismo como ausencia del ciclo menstrual en las mujeres y atrofia testicular en los hombres, entre muchas otras.
A nivel emocional: Las personas con vigorexia pueden desestabilizarse a nivel emocional pasando de la euforia a la irritabilidad, padeciendo síntomas relacionados con la ansiedad y la depresión en función de cómo perciban su apariencia corporal. En los casos más graves y con el mantenimiento de los síntomas, podrán evolucionar hacia diversos trastornos mentales.
A nivel mental: Los pensamientos obsesivos por alcanzar sus objetivos ocuparan gran parte de su tiempo, acompañados de otros negativos sobre sí mismo, por no verse como les gustaría, por no entrenar más, por no ser capaces de conseguirlo, etc. Pensamientos muy tóxicos, distorsiones cognitivas, que no puede identificar ni mentalizar, para poder adaptarlos a la realidad.
Reducción de la calidad de vida: Mejorar su aspecto físico y entrenar, prevalecerán ante todo en su vida diaria, sacrificará tiempo de calidad con amistades, familia y pareja, porque serán distractores de su meta.
¿Cuál es el tratamiento?
Principalmente, el tratamiento está basado en una detección precoz, donde sería adecuado intentar elaborar una guía para que la persona sepa el límite entre realizar deporte de manera sana y llevarlo a cabo de manera excesiva, y por ello poder empezar a desarrollar el trastorno.
Una vez que la vigorexia está presente, sería adecuado un tratamiento interdisciplinar en el que colabore un médico para regular los niveles de afectación corporal, un psiquiatra por la necesidad de medicación y por supuesto un psicólogo para poder identificar y tratar la obsesión por el culto al cuerpo, los síntomas depresivos y de frustración que aparecen si no consiguen realizar la suficiente cantidad de deporte diaria, los sentimientos de culpa por no entrenar un día y sobre todo la pérdida del entorno socio-cultural, laboral y familiar que puede aparecer por el descuido en estas áreas.
Igualmente sería adecuado que todas estas normas y directrices estén en los gimnasios para poder concienciar de ello y que, ante la aparición de los primeros síntomas, las personas puedan darse cuenta de que están desarrollando un trastorno. ( Delgado, Bravo, 2016)
" Si va a ganar alguna batalla, tiene que hacer una cosa. Tiene que hacer que la mente mande al cuerpo. Nunca deje que el cuerpo diga a la mente qué hacer el cuerpo nunca está cansado si la mente no está cansada" . Patton, George.
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