El síndrome de Estocolmo es un término utilizado por primera vez en Suecia en 1973 por Nils Bejerot para describir un fenómeno paradójico de vinculación afectiva entre los rehenes y sus captores en el transcurso de un asalto a un banco en Estocolmo.
En este caso, las víctimas tres mujeres y un hombre defendieron a sus captores incluso después de terminado su secuestro, que duró seis días. Mostraron también una conducta reticente ante los procedimientos legales. Se dice incluso que una de las mujeres secuestrada se habría comprometido con uno de los captores (Gordon, 2005; Wong, 2005). A partir de este hecho, ha habido muchos intentos de interpretar, caracterizar y describir este término.
Posteriormente, el síndrome de Estocolmo es utilizado para describir una experiencia psicológica paradójica en la cual se desarrolla un vínculo afectivo entre los rehenes y sus captores. Sin embargo, no existe actualmente una unificación de criterios con respecto a su diagnóstico y características e incluso a su denominación de “síndrome”. (Martínez, 2018)
Causas principales
Como la víctima y el autor del delito persiguen la meta de salir ilesos del incidente, por ello cooperan.
Las personas secuestradas tratan de protegerse, en el contexto de situaciones incontrolables, en donde tratan de cumplir las pretensiones de sus captores.
La pérdida total del control que sufre el rehén durante un secuestro, es difícil de digerir. Se hace soportable en el momento en que la víctima se identifica con los motivos del autor del delito.
Factores que predisponen en las víctimas
No hay consenso sobre cuáles son los factores que predisponen a padecerlo. Algunos concluyen que depende de factores como las experiencias previas de la persona, las características del trauma y la personalidad. Algunas de las variables de personalidad que podrían influir según algunos estudios son:
Personas con pobres estrategias de afrontamiento.
Tener poco clara la propia identidad o el propósito de la vida.
Sentir que son otros quienes controlan la propia vida.
Sentirse infeliz.
Necesidad de reafirmación por parte de otros.
Lo que realmente predispone a sufrir el síndrome es que la víctima:
Recibió amenaza y vio su vida en riesgo.
Estuvo en situación de aislamiento (al margen del captor).
Percibió alguna pequeña bondad o detalle en el comportamiento del captor dentro de la situación de terror.
Sensación de que es imposible escapar.
¿Cómo influye la situación de las víctimas?
De acuerdo con el psiquiatra y criminólogo Nils Bejerot, el Síndrome de Estocolmo es más común en personas que han sido víctimas de algún tipo de abuso, tal es el caso de: rehenes, miembros de secta, abuso psicológico en niños, prisioneros de guerra, prostitutas, prisioneros campos de concentración, víctimas de incesto, violencia doméstica, entre otros.
¿Cómo se trata?
El síndrome de Estocolmo no suele necesitar un tratamiento específico, ya que con el tiempo y tras recuperar la vida rutinaria, los sentimientos benévolos hacia el secuestrador suelen desaparecer.
Pero para poder superar el trauma del secuestro en un principio, se requiere asistencia psicológica, siendo fundamental reelaborar la situación traumática, las consecuencias que haya podido causar, así como trabajar con los mecanismos de defensa que la persona haya adquirido tras dicha experiencia.
Para algunas víctimas, tras la liberación es muy difícil separarse de su secuestrador, por lo que recuperarse de las secuelas de la experiencia vivida puede requerir un tiempo.
Las expectativas de recuperación, existen algunos factores que pueden determinar la rapidez de ese proceso:
El tiempo de cautiverio.
La capacidad de la persona de afrontamiento y resiliencia.
La historia vital de la persona.
El grado de violencia del cautiverio.
Recuerda
- Se considera que el síndrome de Estocolmo es un mecanismo de supervivencia.
- El vínculo afectivo que establece la víctima con el agresor se considera una respuesta automática de protección y está activada por el instinto de supervivencia.
- Hay buenas expectativas de recuperación, pero algunos factores pueden determinar la rapidez de ese proceso.
“Todo error deja una enseñanza, toda enseñanza deja una experiencia, y toda experiencia deja una huella.” Anónimo
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